Diostesalve




Esa era una de las tantas palabras sin sentido que repetíamos día tras día en el colegio… El diostesalve era sólo el nombre que dábamos a una oración, significado no tenía, no quería decir nada.

Unas monjas franciscanas frías, autoritarias, insensibles se encargaron de mi educación desde que tenía dos años hasta que terminé la preparatoria. Desde entonces traté de mantenerme lejos , bastante lejos, de la santa madre Iglesia. Pero caí en Aguascalientes donde esa iglesia andaba, anda, por todos lados, y mis hijos se hicieron católicos, apostólicos, romanos. Con gran asombro pero en silencio los veo persignarse cada vez que pasan por un templo. Esto es un mínimo detalle de lo que puedo notar; pero a veces lo que no veo y ellos viven a diario en el colegio católico donde quisieron estudiar, me quita el sueño y me hace preguntarme cómo pude rendirme ante su insistencia de estar ahí.

Hace algunos meses fui a buscar a un maestro de quien no sólo tenía muy buenas referencias por personas a quienes quiero y respeto sino que, además sé que tiene muy buena relación con jóvenes como mi hijo, que me planta todos los días frente al reto de educar a un varón en pleno siglo XXI; quería que me diera ideas de cómo le hace para acercarse a los chavos, hablar con ellos, convivir con ellos. Para mi gran sorpresa, me sugirió que me encomendara a Dios. ¿Encomendarme a Dios? ¡Eso si que estaba difícil! Tenía yo más años de los que recuerdo sin plantearme esa opción. Lo más que he logrado es acercarme a la Iglesia lo menos posible y negarme, cuando tengo que ir, a rezar el yopecador; ese sí que sé lo que quiere decir, al menos en esa parte que dice "por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa…" Cuesta muchos años de trabajo personal y hasta requiere de apoyo profesional deshacerse de esa enseñanza religiosa, y de verdad que nunca se logra de todo.

El caso es que ahí está la propuesta, hecha por un hombre que ha formado parte de esa Iglesia que a mí me cuesta tanto trabajo y que vivió entre monjes franciscanos por muchos años. ¿Será coincidencia? Desde aquel día, en el que con sabiduría, sobre todo honestidad y humildad me habló de Dios, me he preguntado y he buscado acudir a un ser trascendente.

Después vi una película hermosa, se llama El gran silencio y trata de la vida de una orden de monjes que habitan en los Alpes. El director de esa obra maestra es un hombre que pidió a estos monjes grabar su cotidianidad y esperó muchos años antes de que se lo permitieran, buscando él mismo reconciliarse con su catolicismo.

De todo esto concluyo que no estoy tan sola en eso de tener enormes reservas sobre la santa madre Iglesia y a la vez querer encontrar -ahora que las tradiciones, y con ellas los lugares que cada uno de nosotros ocupamos en este mundo, están tan desdibujadas- algo o alguien más allá a quien recurrir sin que me evoque aquellas frases sin sentido, a esas mujeres tan horribles, esas culpas interminables. Debe haber un Dios más benevolente.

Bueno pues una vez más, y ésta será la última, quise compartir cómo mi yo pasa por los otros y se convierte, de algún modo, en un nosotros.

Publicado en Parteaguas, una revista del Instituto Cultural de Aguascalientes, n° 12, primavera 2008 (60)


contacto: benardsilvia@gmail.com

2 comentarios:

  1. Silvia, este artículo me provocó muchas sonrisas, de esas entre cómplices y angustiadas. Yo también creo que debe haber, en algún lado, ese dios que comentas y vale la pena buscarlo.

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  2. Querida Silvia, la cuestión de Dios es tan complicada, tan llena de sorpresas. Crecí -profesionalmente- en un tiempo en el que creer en Dios era señal de estupidez y te ganaba una risita de desprecio de los demás, o cuando bien te fuera, una mirada indulgente. Ahora, siento que muchas personas con doctorado ya no resuelven tan pronto la cuestión. El pensamiento lógico, racional, legado de la Ilustración, tampoco ha entregado los frutos prometidos, y nos ha llevado a un mundo deshumanizado, contaminado, individualista y donde lo que importa es el consumo. Creo que todas las personas admitimos tarde o temprano que necesitamos también esa otra parte de nosotros abierta al misterio, al reino de lo puramente intuitivo, No con eso quiero decir que la santa madre iglesia vaya a quedar redimida, creo que a ella podemos dejarla resolver sus propias broncas, pero pienso que Dios, como lo mostró ese número de Parteaguas, está lejos de estar difunto y enterrado.

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