Fútil




Cada vez me convenzo más de que hay que invertir los caminos: ir de lo particular a lo general, de lo vivido a lo pensado, del presente al pasado… Por eso ahora me tiene intrigada la vida cotidiana. Creo que es ahí a partir de donde podemos construir una biografía coherente que, sumada a la de otros que también luchan por construirse como sujetos, nos permite convivir en un mundo tan complejo como el actual. Sin embargo, generalmente los profesionistas, sobre todo los que nos dedicamos a las ciencias sociales, decimos muy poco sobre lo que en verdad le interesa a la mayoría de la gente. Habrá quien argumente que eso no importa, que estamos por encima de las sutilezas del común de los mortales, pero bien ha dicho Anthony Giddens, uno de los sociólogos más importantes de la actualidad, que la gente ha tenido que buscar respuestas a grandes preguntas sobre el sentido de su propia vida en fuentes tales como los libros de autoayuda cuando los sociólogos podríamos ofrecer explicaciones relevantes si asumiéramos el reto.

Por eso quiero escribir esta columna, quiero reflexionar en torno a cuestiones que a primera vista podrían parecer insignificantes, pero que desde una mirada sociológica descubran aristas y explicaciones que quizá resulten significativas a las personas que las lean. Espero que no pase como al mismo Giddens, que aboga por tratar temas de la cotidianidad pero sus textos son generalmente muy difíciles de entender. Pero hay otros a quienes les ha pasado lo contrario. El sociólogo Robert Bellah y un equipo de investigadores escribieron un libro de sociología de primer nivel, que para su propia sorpresa se convirtió también un best seller en Estados Unidos. El libro se llama Hábitos del corazón y en español es muy difícil de conseguir, de hecho nunca he visto el libro en sí, lo más que logramos una colega y yo fue conseguir fotocopias enviadas en intercambio bibliotecario. También puede pasar que haga referencias demasiado cercanas a mi propia bibliografía y ponga en entredicho la poca privacidad de que gozo en esta pequeña ciudad. ¡Qué barbaridad!

En fin, a pesar de las críticas a este tipo de esfuerzos y de los riesgos que conlleva, creo que bien vale la pena intentarlo. De hecho ya escritores tan connotados como Victoria Camps y Fernando Savater lo han hecho con gran éxito desde la filosofía. Por ejemplo, en su libro ¿Qué debemos enseñar a nuestros hijos?, Camps hace un recuento de cuestiones fundamentales sobre los contenidos de la educación que no por estar escritos de una manera sencilla y hasta con subrayados y asteriscos para mostrar lo más importante al lector (creo que más bien lectora), pierden la lucidez y la profundidad que caracterizan a sus demás escritos.
… a ver qué pasa.
smbenar@correo.uaa.mx

Publicado en Parteaguas, revista del Instituto Cultural de Aguascalientes,verano 2007 año 3, no. 9 (91)



contacto: benardsilvia@gmail.com

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